Los pensamientos te llevan a las emociones, las emociones te llevan a las acciones y las acciones te llevan a los resultados.
Tanto en las reuniones familiares, de trabajo, o en esas salidas con amigas es habitual que encontremos algunos de esos alimentos irresistibles que pueden desencadenar toda una reacción en cadena de pensamientos, emociones y sentimientos, conflictos y luchas, que en ocasiones nos lleven a comer en exceso. Y todo este ciclo comenzó con un pensamiento. Te diste cuenta?
Por eso es importante hacer una pequeña pausa por un instante para ver qué es lo que está sucediendo. ¿Qué sensaciones tenés en el cuerpo? ¿Qué pensamientos te han surgido? ¿Qué emociones te provocan estos pensamientos?
Los pensamientos son la semilla de nuestros hábitos
Los hábitos son programas que se repiten de manera automática y que están fijados en nuestro cerebro mediante una repetición de tres pasos. Una señal que es el detonante que informa a nuestro cerebro que puede poner el piloto automático, a continuación se desencadena una rutina que puede ser física, mental o emocional; y por último está la recompensa, que ayuda a nuestro cerebro a decidir si vale la pena recordar este programa o rutina en particular. Con el tiempo este programa se va volviendo cada vez más y más automático.
La programación del hábito
Dentro de este programa es esencial darse cuenta de que lo que pensás te hace sentir de cierta manera. Y esto a su vez, te llevan a determinadas acciones, que desencadena en una recompensa momentánea. Cuando esto sucede estamos atrapadas por nuestro piloto automático y una vez que se desencadena el hábito ya no podemos parar y tiene un efecto y un resultado especifico a largo plazo.
Si observamos lo que sucede en nuestra rutina de pensamientos, el pensamiento desencadena una emoción, ésta a su vez una acción que tiene un resultado que potencia de nuevo nuestros pensamientos iniciales y los pensamientos se convierten en profecías autocumplidas. Y todo lo malo que pensamos que ocurriría., ocurrió. Así es como los pensamientos se vuelven creencias. Las creencias se convierten en pensamientos automáticos que impulsan tus conductas y de ahí surgen los hábitos. Te queda claro?
Para cambiar un hábito es fundamental conservar la señal y la recompensa siempre. Lo que hay que cambiar es la rutina, si cambiás la rutina cambiás el hábito.
Si no te gustan los resultados, preguntate qué estabas pensando cuando surgió la señal.
Es muy común que las personas intenten cambiar las acciones y los resultados que no les gustan sin antes reconocer y tratar con las creencias, pensamientos y sentimientos que llevaron a esas acciones y resultados no deseados en primer lugar.
Por supuesto, no siempre es fácil reconocer cuándo un pensamiento está generando resultados no deseados, especialmente si has estado pensando de una manera particular durante mucho tiempo. Generar pensamientos que conducen a resultados indeseables es un hábito, pero un hábito se puede cambiar a través de la auto observación y la conciencia plena, y de querer lograr resultados diferentes a los actuales.
Conciencia plena y autoconocimiento
Cuando reaccionamos, en la mayoría de los casos no estamos prestando atención ni a nuestros pensamientos ni las emociones y sensaciones que nos provocan. Cuando esto lo llevamos a la comida, si caemos en la reactividad de nuestros hábitos nuestras acciones pasadas se repiten una y otra vez, sintiéndonos impotentes para cambiar. Para muchas de nosotras, comer es una reacción sin sentido a nuestros pensamientos no reconocidos o no contemplados. Sin embargo, nuestros pensamientos son solo pensamientos. Los pensamientos no son los hechos. Tener un pensamiento no lo hace verdadero o importante, ni nos exige que actuemos en consecuencia. De hecho, un pensamiento no tiene porqué provocar un sentimiento específico. Te resuena?
Debemos estar conscientes, presentes, a lo que está sucediendo en el momento actual, incluida la atención consciente a los pensamientos, sin ningún apego, ni juicio a lo que sea que estés notando.
Esta forma de posicionarnos es útil porque crea espacio entre los pensamientos y las acciones. Nos pone al mando, es decir, estamos en control, no en piloto automático. Al aumentar el conocimiento de nuestros pensamientos, podemos comenzar a romper viejas reacciones automáticas o habituales en cadena entre sus desencadenantes, pensamientos, sentimientos y acciones.
Cada vez que elegimos no activar las antiguas secuencias de señal, pensamiento, emoción y acción, debilitamos las conexiones cerebrales de los hábitos. Es como si los cables se oxidaran y finalmente se rompieran. El reto es cambiar la rutina habitual de nuestros pensamientos y acciones. Cada vez que elegimos una acción diferente, creamos una nueva conexión cerebral. Con la repetición, conectaremos estas nuevas vías. Estos nuevos pensamientos y respuestas se convierten en nuevos hábitos. Y todo comienza con prestar atención y observarnos sin juzgarnos…