La vida comienza en el mar y se desarrolla en el agua durante unos 2.800 millones de años. Durante este período, aparecen los primeros organismos unicelulares, seguidos de invertebrados, peces y anfibios. Los anfibios son los primeros seres que logran vivir en tierra firme.
La vida en tierra firme solo ha existido durante 400 millones de años y ha dado lugar a la aparición de reptiles, aves, mamíferos y finalmente, el ser humano, la especie más evolucionada.
Si observamos los fenómenos desde una perspectiva más amplia, podemos entender el embarazo como una réplica de la evolución de la vida en la tierra.
Durante el embarazo, inmediatamente después de la fecundación, somos una célula que se multiplica y da lugar a la mórula, que se parece a un invertebrado. Luego, el feto sigue evolucionando, dando lugar a la blástula y la gástrula, y cuando el embrión está completamente formado, se parece a un renacuajo.
El parto representa la fase anfibia, es decir, el paso de nadar en el líquido amniótico salado a respirar a través de los pulmones en un ambiente aéreo, en la tierra firme. Los baños del bebé en los primeros meses de vida son parte de esta transición del agua a la tierra.
A medida que el niño se desarrolla, pasa por la fase de gateo, que corresponde a la etapa evolutiva de los reptiles, y finalmente se pone de pie y camina como la etapa final de su desarrollo.
Si comparamos el tiempo que dura un embarazo, alrededor de 280 días, con el de la evolución de la vida en la tierra, observamos que un solo día de embarazo equivale a 10 millones de años de evolución, lo mismo que tarda en formarse una cordillera.
Por lo tanto, lo que la madre come, bebe, respira, siente o hace cada día mientras está embarazada, será determinante para el bebé que lleva en su vientre. Es importante que la mujer embarazada sea cuidada por su entorno y viva esa etapa de la forma más equilibrada posible.
Los nueve meses de embarazo son cruciales para el futuro de nuestro hijo. En esta etapa se modula la información contenida en los genes de forma importante y determina la aparición o no de enfermedades congénitas.
Esta visión nos ayuda a cuidar y proteger a nuestro hijo desde antes de que nazca, ya que la etapa intrauterina tiene mucha más relevancia que la posterior al nacimiento.